El atardecer ha llegado, y aún no aparecen las luces que anuncian su final; la noche aún tardará un poco. Todavía hay luz. Cuando miro hacia atrás en el tiempo recuerdo aquellos tiempos de mi niñez, en los que las personas de 60 o más años me parecían ancianas; hoy al mirar mi espejo, a pesar de la blancura de mi pelo, no me veo como anciano.
Con la conciencia tranquila y con cierta nostalgia repaso los años transcurridos y siento una gran complacencia. El libro de mi vida contiene una que otra página luminosa, muchas grises, algunas todavía a medio escribir y otras –muy pocas– escritas con la negra tinta del error y la sinrazón. Eso sí ¡ninguna en blanco!
A los 65 muchas cosas o situaciones que nos importaban en el pasado, hoy ya no; han sido superadas o simplemente dejaron de existir. Se vive y se mira la vida sin las urgencias de la juventud; no hay presiones y se la disfruta más. Ya no hay que competir ni demostrar algo a nadie, ni siquiera a uno mismo.
Mi gratitud hacia la vida es grande. Me permitió alcanzar muchos de mis sueños, aunque salpicada con una pizca de frustración por los que no pude lograr. Mi equipaje no es ligero; es satisfactoriamente pesado. A lo largo de mi vida he atesorado recuerdos, vivencias y nostalgias; algunas posesiones materiales también, a pesar de las épocas de escasez. Y aquello que no existe en mi equipaje, jamás existió en mi vida o lo eché a la basura.
También hay una inmensa gratitud hacia seres luminosos que la vida me permitió conocerlos y beneficiarme de su amistad e influencia. Mis padres y la familia que pudieron crear. Mis hermanos, hombres de bien. Mis hijos queridos, para quienes la vida generosamente me permitió intentar ser su guía. Parientes y amigos cuya amistad me honra. Mujeres, y muy especialmente la actual, que el destino puso en mi camino y cuya confianza y amor son un sustento importante. A las personas que se alejaron también mi gratitud por todo lo que me dejaron; a veces les pienso y ojalá que la vida les esté tratando bien.
¿Algo faltó? Sí, me habría gustado tener una hija mujer; una hermana; leer más; amar más intensamente; más momentos para gozar la vida; más momentos para compartir con la gente; más automóviles arreglados, más fotos tomadas; aprender a bailar tango; escribir más; las cartas que nunca guardé y las que jamás escribí…
¿Y los excesos? Muchas discusiones y confrontaciones innecesarias y estériles; errores que pudieron evitarse; prejuicios sociales, políticos y religiosos que demoré demasiado tiempo para echarlos a la basura; lágrimas y momentos de tristeza, desesperación e incertidumbre; demasiados ceños fruncidos; personas que habría preferido no conocer.
¿Los arrepentimientos? ¡Muchos! Cuántas cosas que quise y pude hacerlas y no las intenté; cuántas oportunidades que se me fueron de las manos; decisiones erradas unas y otras postergadas; el dolor causado a personas que amaba; cuántos abrazos y te quieros reprimidos a personas que se fueron antes de tiempo; muchas sonrisas contenidas
Mi vida –a pesar de esas falencias, excesos y arrepentimientos– es buena. Así han sido estos 65 años, fruto dulce y maduro de mis luchas, de muchas personas que a lo largo de la vida confiaron en mí y me tendieron su mano, y también de ese azar que algunas veces me favoreció.
Gracias también a los lectores que tuvieron la paciencia de leer completa esta nota.
Excelente, verdadero y auténtico escrito. Todas las vivencias descritas en forma magistral.
Felicitaciones
Me gustaMe gusta
Gracias Edmundo por tu generoso comentario. Comentarios como el tuyo son los que me ayudan y me obligan a seguir en este camino de compartir vivencias y experiencias.
Un abrazo
Me gustaMe gusta
Excelente Fernando! La lectura me ha caído como balde de agua fría y desde ahora constituye una luz en el camino hacia mis 65. Gracias.
Pancho
Me gustaMe gusta
Gracias Pancho por tu tiempo y lectura.
Tus palabras son muy halagadoras. Ese tipo de comentarios son los que me ayudan a seguir en este difícil camino de compartir vivencias y reflexiones.
Un abrazo.
Me gustaMe gusta
Fer.
Nunca es tarde, aprende a bailar tango y bailalo como que si nadie te ve…
Me gustaMe gusta
Es tiempo para otras prioridades. El tango bailado seguirá pareciendo pasillo, por el momento. 🙂
Un abrazo.
Me gustaMe gusta
Bonitas y bien hechas reflexiones Tocayo…
Me gustaMe gusta
Gracias Tocayo.
Me alegra mucho tu comentario, luego de tu larga «ausencia».
Un abrazo.
Me gustaMe gusta