Desde hace mucho tiempo vivimos rodeados de personas y profesionales especialistas en dietas y rutinas de ejercicio físico. El culto al cuerpo y a la apariencia son en la actualidad el mayor objetivo, no importan mucho los costos y sacrificios que sean necesarios; todo parece subordinarse a esa finalidad. Lamentablemente también esa lucha es la mayor fuente de desdichas, amarguras e insatisfacciones. La vida se ha convertido en una permanente lucha por parecer, sin importar lo que se es; importa más la imagen proyectada y la certeza nunca comprobable de una opinión positiva ajena. Otros aspectos personales importan muy poco.
Las dietas están diseñadas para que cada persona, especialmente las mujeres, sin importar su edad o condición física, obtengan un ideal de cuerpo sin considerar que el cuerpo de cada persona fue diseñado –en gran medida– por su herencia genética.
Las dietas lejos de ser una ayuda para la solución del sobrepeso, se han transformado en invisibles verdugos. Por un lado, una sociedad enferma promocionando e induciendo a toda clase de consumo, alimentos incluidos, y por otro, condenando y tratando al sobrepeso como una condición y aun enfermedad vergonzante. Adicionalmente, esa misma sociedad estimula el consumo de otros tóxicos, sin ofrecer alguna clase de dieta que los libere y menos aún, la advertencia de sus daños.
El cuerpo no es solamente una suma de libras que reunidas caben en el molde establecido. El cuerpo también es el resultado de aquellas cosas que ingerimos y que no son digeridas en el estómago. Lo que cada individuo mira, oye y lee alimentan la mente y el alma. Se intenta corregir un cuerpo mediante una dieta para se ajuste al molde establecido. Importa un cuerpo bonito y vistoso, aunque tenga el intelecto flaco y desnutrido o, peor, obeso porque está lleno de miserias e intoxicado por la envidia, la ira, la intemperancia, la angustia y la permanente sensación de inconformidad.
Las mejores dietas deberían ser aquellas orientadas a sanar la mente, a educar y facilitar que cada persona salga de ese estado permanente de semi ignorancia en el que vive; aquellas que enseñen tolerancia y respeto a las naturales diferencias que tienen las personas; aquellas que estimulen a sonreír.
El cuerpo es siempre la consecuencia de los contenidos mentales y emocionales. Una mente sana produce –casi siempre– un cuerpo sano y funcional. Una mente «esbelta», plena de contenidos positivos producirá un cuerpo de similares características.
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Junio/2019 (410 palabras)
Interesante tema, bien escrito como siempre
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Gracias por tu comentario Sebas.
Me halaga y me alegra mucho saber que está entre mis lectores habituales.
un abrazo.
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