El amor a las cosas

      Alguna vez el escritor español Rafael Cansinos Assens (1882-1964) escribió la frase «es tan triste el amor a las cosas; las cosas no saben que uno existe» San Agustín, más que santo un filósofo del amor, reconoció como verdadero el amor a las cosas, aunque ubicándolo en un nivel inferior, ya que en esa clase de amor no hay reciprocidad.

      Escritores, poetas, santos, filósofos y una larga lista de «ólogos» tienden —a veces— a enredar los conceptos y las realidades. ¿Será esa una manera de buscar notoriedad? Prescindiendo de sus autores, cuando se leen ciertas frases, algunas no solo carecen de sentido; a veces son simples disparates.

      «Es tan triste el amor» dice el escritor; es amor de nivel inferior, dice el santo. Posiblemente ni uno ni otro hayan amado de verdad. Quien ha amado sabe que el amor nunca es triste, aunque a veces produce dolor, y que no existen amores de niveles inferiores ni superiores, y que los apegos son consustanciales al amor y forman otra piel.

     En el sentido tradicional el amor a las cosas no es recíproco; no es la reciprocidad una característica esencial del amor. Sin embargo, las cosas contienen su propia energía. No solo la inherente a las materias que la constituyen, sino aquella transmitida por las personas durante su proceso de fabricación o elaboración. Algo similar a lo ocurre con los alimentos.

      Las cosas de alguna manera cumplen con esa característica de reciprocidad, propia de los amores a personas y mascotas. El amor a las cosas, que bien podría definirse también como apego, genera satisfacciones y a veces muy grandes a su «amante». Ejemplos de esos amores son infinitos y en todo nivel. La posición económica solo marca diferencias en el valor y en la cantidad de las cosas amadas.

      Los objetos amados generan satisfacción, seguridad, bienestar y comodidad. Cuando se pierde o queda inservible, el sufrimiento es real, causando dolor y tristeza, aunque sean leves.

      Que las personas no deberían tener mayores apegos y que la vida es más llevadera cuando se transita por ella «ligeros de equipaje» podría ser aceptable. Sin embargo, una mochila liviana hace el tránsito por la vida más solitario.

     La esencia del amor, en todas sus clases y expresiones, es el apego a personas, mascotas y objetos. La vida con desapegos y desamores aunque sea más llevadera, también es carente de emociones intensas.

      Y con razón, pues nada más triste que una vida sin amores y sin apegos.


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Mayo/2021 (416 palabras)

10 Responses to El amor a las cosas

  1. Carmen garcete troche dice:

    Muy interesante la réflexion. Leerlo varias veces sera una tarea de los próximo días.No todos tenemos la inquietud o la lectura suficiente- previa – como para dudar.En ese sentido creo que se puede realizar este aporte valioso ,de modo más comprensivo.No crees ? Gracias

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  2. rosaestrada dice:

    exitos bendecidos … todo precios

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  3. Fer Tobar C. dice:

    Querido Augusto:
    Poca gente comprende que la reciprocidad no es una característica del amor. Si lo comprendiera, las penas de amor serían menos dolorosas; el amor sería menos intenso también, y posiblemente muy aburrido.
    Un abrazo

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  4. Pedro BUITRON dice:

    Fernando querido, un saludo fraterno, tus letras simples pero profundas de contenido, me ubicas con el ligero de equipaje, y, también con mi mochila liviana, han cuando porte lo elemental para transitar en el camino de la vida, pero pesa en mi mochila un nivel de consciencia que siempre he querido elevarle, si, la mochila no deja de ser elevada, han cuando con ese peso, un abrazote fraterno Fernando

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    • Fer Tobar C. dice:

      Querido Pedro tus comentarios tienen ese valor especial propio de almas grandes.
      Quienes han hecho un trabajo largo e intenso consigo mismos para librarse se las mochilas pesadas, no han hecho más que cambiarlas por unas más pesadas aún.
      Los estados elevados de conciencia pesan mucho, sobre todo por las obligaciones que imponen al intentar vivir la vida con más responsabilidad y generosidad.
      Un abrazo.

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  5. José María Laso Chiriboga dice:

    Estimado Fernando: interesante tema que permite múltiple reflexiones.
    El apego o el amor a las cosas, es real y existe, es consustancial al tamaño de nuestro ego y puede llegar al extremo de la avaricia. No creo que sea malo disfrutar de lo mucho o poco que le permita a uno tener satisfacciones. Lo que no veo adecuado es tener un exceso de apego por las cosas, el dinero, las posesiones materiales e incluso de las ideas, sentimientos y hasta de las posiciones idelógicas. Los extremos siempre nos pueden llevar a confrontaciones, a tener ambiciones enfermizas y en el caso del amor, mal entendido por cierto, a un exceso de celos. El equilibrio y el desprendimiento, con seguridad nos permiten una tener una vida armónica y tranquila.

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    • Fer Tobar C. dice:

      Gracias José por tu comentario.
      Siento discrepar contigo al no estar de acuerdo en que el amor o apego a las cosas sea «consustancial al tamaño de nuestro ego» Las cosas, los objetos cumplen una función esencial en la vida del humano: ayudan a darle y reafirmar su sentido de pertenencia, en el sentido de la certeza que cada uno tiene de pertenecer a una realidad determinada; un lugar, un entorno social, una zona de confort, etc.
      Respecto a otros aspectos de tu comentario, los excesos siempre son perniciosos y en muchos casos, patológicos.
      No creo que las ideas y las filiaciones políticas, sociales, religiosas o de cualquier otro tipo caen dentro de ese amor a las cosas. Sería materia para otro análisis.
      Un abrazo

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  6. Esteban dice:

    Me ha encantado! Que buen giro a los típicos pensamientos y frases al respecto. Ejemplos, cada uno los tenemos y tus palabras le dan más sentido a todas esas cosas.

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  7. Augusto Sacoto Muñoz dice:

    qjerido fernando, el amor no tiene como caracteristica fundamental la reciprocidad, los versos mas hermosos, las canciones poeticas y corta venas, cantan y/o rinden homenaje al amor no correspondido, libros enteros tratan este tema y en el 100% de las veces son tristes hasta las lagrimas,

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