Las escuelas y los colegios son una cantera inagotable de personajes que recordaremos la vida entera. Cariño, admiración, rencor, indiferencia serán siempre ingredientes presentes en esos recuerdos. Nombres y apodos rara vez se olvidan. Los más importantes dejan una huella, una marca. Muchos seguimos, aun sin saberlo, pautas y conceptos aprendidos de esas personas durante esos años de nuestra niñez y adolescencia.
Hoy este tributo es a uno de esos inolvidable personajes. Fueron unos pocos años de la secundaria en el Colegio Spellman de Quito en los años previos a 1970. El destino nos privó de un mayor tiempo bajo su tutela. Se trasladó a Guayaquil. Actualmente puntal de la educación superior en esa ciudad; escribe y es de esos forjadores de opinión que tanto necesita nuestro País en los tiempos actuales.
Hombre de mirada seria y profunda, de hecho muchos temíamos y respetábamos más su silenciosa mirada antes que sus palabras. Si lo recuerdo bien, reía poco. Aún recuerdo un ademán clásico que surtía efectos milagrosos a la hora de ponernos en vereda. Cuando los estudiantes nos quedábamos en la zanja del colegio. Un lugar paradisíaco que marcaba la frontera entre dos colegios y que nos daba la oportunidad de admirar -babear dicho más apropiadamente- a las féminas que con frecuencia jugaban y hacían ejercicio en el vecino Colegio Americano, aquel hombre simplemente se asomaba al tercer piso de nuestro colegio y fingía que hacía anotaciones en alguna libreta pequeña. Eso era suficiente para que desesperados y angustiados por las consecuencias de tan osado entretenimiento (el de fisgonear) entendiésemos que el recreo había terminado y era hora de volver a nuestros reductos del saber, abandonando con pesar nuestra amada zanja del placer. Nos tenía jodidos !!
Sabía cómo estimular nuestro amor propio, aun recurriendo a prácticas extremas. Los estudiantes del Spellman nunca fuimos buenos atletas. La pereza, el añiñamiento y la peluconería nos tenían dominados. En esas condiciones, se dio el lujo de traer un grupo de atletas de élite del Colegio Cristóbal Colón, de Guayaquil, para que hicieran una exhibición de sus artes atléticas. A mí y a muchos nos parecieron los tales atletas, una manga de monos sobrados. Así era él, audaz!!
Me parecía demasiado serio. Inteligente al extremo. Hacerle el cojudo era fantasía inalcanzable, aun para los más osados. Innovador como ninguno, hizo mucho más por sus dirigidos de lo que otros pudieron haber hecho, aun disponiendo de más años. Aparte de su tarea como educador supo encontrar espacios y tiempos para promover actividades hasta ese momento desconocidas en los colegios de Quito. Como el andinismo, el atletismo, el periodismo estudiantil, la fotografía. Años después este tipo de actividades se volverían habituales en los colegios bajo el genérico de extracurriculares.
Elsa era su nombre de guerra y la identificación que inventamos para poder referirnos a él sin mayores riesgos. Elsa… el Samaniego fue aquel personaje inolvidable que marcó la vida, la mente, el alma y la ruta de muchos.
Otra vez me quedo corto con las palabras y no me sale más que un sentido y sincero ¡GRACIAS DAVID…!
En la época de los sesenta los jóvenes malcriados, altaneros, desobedientes de este tiempo, máximo podían llegar a ser irreverentes y sólo siendo irreverentes podían recibir cualquier sopapo de la autoridad, sea en casa o en el colegio.
En casos graves, supimos los chuzos, la trompada propinada en clase a uno de un curso superior, por parte del profesor que se debió graduarse de Kid Taarán de Ay.
En casos leves, de resabiados, como no recordar, los famosos balonazos del reverendo Donoso al Chiriboga en los partidos de Indor, sin considerar el cuarto de siglo de la diferencia de edad.
El caso personal corresponde al chulla que nació en la Tola, amigo de los longos del barrio, hijos del sastre, zapatero, tendero…, quienes a propósito me recibían en hombros, cuando bajaba del bus del Colegio y me llevaban desde la esquina a la casa. Pero este hecho, ya era motivo para estar presente en el pensamiento de David, perdón el Padre Samaniego, quien no aceptaba que un alumno del Spellman juegue como un vulgar guambra de la calle. Uno tenía que adivinar este particular.
En ese entonces Goliat, perdón David, nos daba cátedra sobre solidaridad, generosidad y altruismo, pero siempre se podía advertir algún pequeño malestar como el referido. Esto obviamente escribo por joder, porque en ese tiempo yo pensaba que el chullita era Yo y no El, como ahora resulta.
Lo gracioso era que acciones como la referida, se borraba inmediatamente cuando presentaba los deberes con buena letra y llenos de color, para resaltar las sabias palabras que dictaba en clase. Bastaba que me dé una palmada en los hombros para salir al recreo, tirado a mucho.
¡Que linda época! Era máximo de chullas y bandidos.
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Hace un par de meses nos reunimos en Quito con ocasión de los 35 años de graduados del Spellman (promoción 1977). Recordábamos con un poco de sorna que fuimos calificados como «el peor curso de la historia del colegio» (por lo menos hasta ese entonces), en virtud de una serie de inconductas propias de la edad, pero que nos unieron entrañablemente.
Se nos dio por recordar con un inmenso cariño a los «duros» como al Dr. Freire, el Lcdo. (posteriormente Dr.) Oviedo, los Sres. Tamayo y Garcés, y, por supuesto, a David Samaniego, a quien admiramos y respetamos, incluso mucho más después de su transición al laicismo.
Los guerreros trascienden la historia, David. Usted es sin duda uno de aquellos.
Diego Chiriboga Pólit
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Gracias Diego por tu comentario. Un copia del mismo se lo he enviado a David.
Un abrazo
Fernando
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Has pintado con este recuerdo vivencial, la esencia perfecta de David Samaniego. Qué gratos e imborrables recuerdos. Las palabras de David me han emocionado muchísimo también. La verdad es que David siempre ha hermanado la firmeza con la justicia, algo que sólo los grandes lo logran.
La promoción del 72 tuvimos la suerte que nos acompañara en el viaje de curso a Galápagos, cuando ya estaba él de vuelta en el Cristóbal Colón. El conocerle en otra dimensión y en un plan más distendido y de amigo, fue increíble. Creo que no podíamos haber escogido un mejor líder para que nos acompañara en ese memorable viaje!
Esteban Tobar Carrión
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Estimado Fernando:
Estoy en Salinas. Aquí construimos, con mi esposa, un reposo para el guerrero. Sí, vengo de luchar batallas y sigo persiguiendo imposibles. Cómo no agradecer palabras tan sentidas, tan cariñosas, tan sinceras y pienso también muy ajustadas a esa realidad que se nos fue de las manos pero que dejó en todos, en ustedes y en mi, recuerdos que marcaron nuestras vidas.
Dios es bueno, demasiado bueno conmigo, más allá de mis merecimientos. El texto que comento lo voy a guardar como una joya, como testimonio de una rica cosecha.
Cuánto diera reunirme un día, en la capital, antes de entregar las botas al Creador, con quienes vivimos un capítulo de nuestras vidas en el Spellman. Quizá, alguna vez.
Gracias Fernando por su generosidad.
DGST (Elsa)
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