La vida es un constante transitar por las vías de la complacencia y del sufrimiento. La primera genera una larga lista de sentimientos positivos; la segunda –que es parte de la ecuación religiosa– induce con frecuencia a la culpabilidad, al ocultamiento, a la necesidad de buscar excusas y pretextos, a la mentira y a la farsa.
Las acciones y decisiones que son fruto de la autosuficiencia, la ignorancia, el apuro, los egos exaltados, la falta de paciencia, no medir ni calcular consecuencias, entre otros, producen resultados negativos, y generan sufrimiento propio y ajeno, en la mayoría de los casos. No siempre es posible enmendar o corregir los resultados de una mala decisión; y en ocasiones las consecuencias adversas son irreversibles.
El sufrimiento no se cura con arrepentimiento, y éste no es un sentimiento sino una reacción ante las consecuencias adversas y no deseadas de decisiones equivocadas. Pocas son las personas que tienen el valor de reconocer los errores cometidos, y de ese grupo, menos aún las que son capaces de ofrecer una disculpa o tratar de enmendar el error.
Algunas se conforman con vocalizar alguna expresión que parece arrepentimiento o ánimo de ofrecer una disculpa. Así pasan el rato. No hay convicción, no hay propósito de enmienda y, sobre todo, no hay aprendizaje. Esa vocalización está huérfana de sentimientos y convicciones. Admitir errores y ofrecer disculpas son dos de las actitudes que requieren mucha valentía.
El sufrimiento y ese consecuente arrepentimiento debería generar la obligación de ofrecer disculpas a las personas afectadas, y además llevar implícita la decisión de enmendar, corregir, subsanar o resarcir por los efectos causados, cuando sea posible. Esto no es opcional ni negociable, pero queda en la conciencia de cada persona. Lamentablemente hay personas cuyo nivel de conciencia es mínimo, cuando no ausente. Asumir que todas las personas tienen una conciencia que les dicta normas positivas de comportamiento es una ingenuidad tanto como un error.
Las equivocaciones y los errores que se cometen a lo largo de la vida son los más eficientes y verdaderos maestros. Cada cual está condenado a repetir las equivocaciones y sufrir sus consecuencias hasta aprender; es inevitable y esta es la manera de aprender «a las malas». Este proceso de aprendizaje no depende de ofrecer disculpas, de arrepentirse o de enmendar.
El sufrimiento es un verdugo poderoso y muy cruel; solo cede ante el aprendizaje.
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Septiembre 2018
403 palabras
Interesante tema.
Hay personas que viven sufriendo, casi es una condición natural en ellos, cualquier razón es motivo suficiente para mostrar signos de tal circunstancia. Hay personas que sufren hasta por amor. Qué difícil y doloroso debe ser encarar la vida de esta manera. Con seguridad, este masoquismo busca conmiseración de quienes le rodean, a lo mejor hasta disfrutan sufriendo. Será que nunca tienen un momento de sociego y alegría?
Hay personas que parece que nunca sufren, siempre muestran un rostro y actitudes positivas y expansivas. Son siempre optimistas y miran siempre hacia adelante. Se puede decir que son triunfadores de la vida, que nunca tienen problemas ni razones para sufrir. Son envidiables y envidiados por muchos. Será que llevan la procesión por dentro o que saben superar cualquier problema grande o pequeño ?
El tener un justo equilibrio ante la vida, debería ser lo óptimo, pero entiendo que no es una cuestión que la podemos decidir así sin más, somos el resultado de las influencias recibidas en la familia, en el entorno social y de infinidad de otros factores que incluyen el funcionamiento de nuestra química cerebral. Muchos son capaces de superar sus limitaciones y sufrimientos, otros se resignan a vivir con la suerte que les ha tocado y algunos no son capaces de superar sus condiciones de vida.
Una pequeña apreciación de un tema que debe ser objeto de tratados muy amplios y complejos. La sicologia humana es variada y compleja. Saludos
José María Laso
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Gracias José por tu comentario.
Aunque extenso, complementa de muy buena manera lo que escribí.
Solo destacaría algo que ya lo insinúas. El sufrimiento es una manera muy sutil y eficiente de llamar la atención, porque explota uno de los sentimientos más nobles del ser humano: la compasión. En estos caso el sufrimiento es solo una pose.
Un abrazo.
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