Marena Briones Velasteguí
Editorialista y Politóloga Guayaquileña
Diario Hoy, Quito, Agosto 2003
Hasta que la nostalgia de un lector fue tomando cuerpo en la lectura que yo iba haciendo de su mensaje, por mi mente nunca se había cruzado la idea de escribir sobre un vehículo en concreto y menos en este espacio. Pero, así de sorpresivos pueden ser un tema y un interés. No solo que, en ese momento, me di cuenta de que los nostálgicos y las nostálgicas debían contarse por miles, sino que reparé en que el “escarabajo” debía ser El mismo todo un “fenómeno” social. Conocía, además, la reciente noticia: el histórico sedán de la Volkswagen estaba llegando a su fin con la producción de una última edición de 3.000 ejemplares que saldrían de la fábrica en México, y con el envío de uno de ellos a la sede de la empresa en Wolsburg (Alemania) para que integre la colección, un adiós que ocurrió el pasado 30 de julio.
El entusiasta lector contribuyó a la curiosidad que sus palabras despertaron en mí proporcionándome información. Como, además, había escuchado en una radio que, en la década del setenta, en EEUU se había prohibido la comercialización de dichos autos por considerar que no cumplían con los estándares establecidos, decidí entrar a Internet para indagar un poco más. Y, entonces, la sorpresa fue mayor. Una no corta lista de sitios Web, en los que casi no queda nada por descubrir sobre la renovada leyenda. Como se recordará, la llegada del “escarabajo” al mundo fue ya un hecho singular: por el primer quinquenio de los treintas, Hitler había encargado la fabricación de un coche barato, de cuatro plazas y con una fortaleza a toda prueba. Así, el primer prototipo hizo su aparición en 1936, nada menos y nada más que con el autor de su diseño al volante, Ferdinand Porsche, y con Hitler de copiloto.
Después, pasado el paréntesis industrial que supuso la segunda guerra mundial y, según se señala, gracias a la visión de Heinrich Nordhoff, quien lo vislumbró con una larga y fructífera vida, desde 1945 en adelante el “escarabajo” no dejó de producirse ni un día y por los seis continentes terminaron repartiéndose 21 millones de sus unidades. Debe ser por eso que suele afirmarse que, junto con el Ford T, el “escarabajo” es el símbolo de la historia de la automoción. Y debe ser por eso también que es uno de los protagonistas del espacio cibernético a través de foros, artículos, fotografías, anécdotas, detalles técnicos, exhibición de modelos, clubes de fanáticos, entre otras fascinaciones que el investigador puede hallar.
Cómo no despedir, pues, a este hito automovilístico que, como se dice por ahí, con los millones de sus testimonios que aún circulan, continuará siendo capaz de “lograr las cosas más increíbles, recorrer kilómetros con la reserva de combustible, llevar a más de siete pasajeros en su interior, despertar pasiones en un semáforo o bien arrancar una sonrisa de admiración, respeto y simpatía en cualquiera de nosotros.”