No conocen títulos, ni siquiera los de bachiller.
Jamás han ido a una guerra; sin embargo, usan “armas”…
Picos, palas, brochas, cinceles, martillos, bailejos, plomadas,
niveles y similares armas de construcción masiva.
Sus uniformes son simples: ropa raída y zapatos con experiencia.
Jamás les erigirán monumentos.
No se les mira a la cara, ni siquiera al ofrecerles algún “trabajito”.
Ahí están en cada rincón de la patria
ayudando a construir un mundo mejor, más cómodo, más “bonito”,
ese mundo –paradójicamente– inalcanzable para ellos.
Cuánta humildad hace falta…
Cuánto exceso de arrogancia…
[…] Héroes olvidados […]
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Una gran reflexion! Gracias por compartirla!!
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Siempre he tenido un gran respeto y admiración por mis maestros de obra, fu habilidad adquirida mediante la práctica, sin conocimiento científico, pero con mucha dedicación y amor a su arte y oficio. He pensado además que los maestros de obra son las manos ejecutoras de quienes ejercemos la profesión de la arquitectura
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Gracias por tu comentario José.
Un abrazo.
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Querido Fernando aprecio tu sensibilidad!!
Siempre tengo presente y admiro al obrero que viene desde la Ecuatoriana, Guamaní, La Bota o Carapungo (sólo por nombrar unos pocos lugares) con su combo, nivel y bailejo a colaborar con mano de obra en Cumbayá.
Es como mencionas » aún así no se los ve bien», en una sociedad podrida, divida, clasista, amargada de puro ego.
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Gracias por el comentario Cris.
Aprecio tus palabras y tu tiempo.
Un abrazo.
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Muy cierto… Tampoco comprarán ningún doctorado honoris causa.
Justo homenaje al albañil ecuatoriano!
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