L’Alex

           Tenía yo doce años cuando la conocí, y de forma muy casual. Ella 10 años. Una señora de la época, organizaba cada año –eran los sesentas– festivales de beneficencia. Consistían en presentaciones que mostraban algún aspecto típico de las costumbres de algunos países.

          L’Alex (Alex) y yo fuimos escogidos para representar un baile típico de la antigua Polonia, una polka. Luego de muchos ensayos, angustias y preocupaciones, especialmente de nuestras madres, la presentación se realizó. Participaron en la misma, en el año 1964, otras parejas de pre adolescentes y en diferentes bailes.

         La gringa, como yo la creí inicialmente, por su apellido, en realidad era quiteña; su padre era de origen irlandés. No tardé mucho tiempo para darme cuenta de que, a mis 12 ó 13 años, L’Alex se había convertido en el objeto de mis desvelos. Las ilusiones de la adolescencia hacen su debut mucho antes de estar preparado para entender y lidiar con el bullir de las hormonas. Durante esos cortos años de la temprana adolescencia coincidíamos en algunas fiestas. La ilusión y la tensión aumentaban cada vez, pero las cosas nunca fueron más allá de ese límite. Al poco tiempo le perdí al rastro, y L’Alex pasó de ser una realidad, una ilusión, a un recuerdo entrañable y querido que jamás se borraría.

         Pasaron muchos años sin saber de L’Alex. Cada cual siguió por caminos diferentes que nunca volvieron a cruzarse Tempranamente comprendí que esas ilusiones juveniles casi nunca llegan a buen puerto; son como barquitos sin vela ni timón que naufragan prematuramente en los tormentosos mares de la adolescencia. Sin embargo, una pregunta rondó mi mente por algún tiempo: ¿qué pensaría, qué habría sentido L’Alex?

        Muchos años después, Facebook (me gusta mucho esa red social) la hizo visible nuevamente. Le solicite amistad. Mi amiga Alex, la gringuita, se había convertido en una eminencia. Es hoy un referente en la historia del arte ecuatoriano, catedrática universitaria, autora de varias obras, conferencista. La Dra. Alexandra es una ecuatoriana notable. Bien por ella, bien por el país.

        Los recuerdos siguen ahí, las añoranzas quedaron muy atrás; enhorabuena, porque vivir con ellas colgadas del alma solo dificulta el tránsito por la vida.

        Mi reconocimiento y mi gratitud a un ser especial, a L’Alex, que abrió las puertas a la ilusión del amor juvenil. De su mano dí los primeros pasos y mi corazón saboreó por primera vez las mieles del romance; ésas que dejan marcas imposibles de borrar.

 

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Julio/2020 (410 palabras)

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