Hace muchos años, en una reunión social, conversaba con un señor mayor; en ese momento él estaba en su año 80 aproximadamente. Su condición de salud, su apariencia física y su jovialidad eran evidencia de sus óptimas condiciones.
En algún momento pregunté cuál era su receta para mantenerse tan bien. Sus respuestas fueron cortas y claras; casi todas giraban en torno a lo que casi todos conocemos, aunque no lo apliquemos: comer saludablemente y sin excesos, intentar mantener el cuerpo físicamente activo, evitar los tóxicos socialmente permitidos como el cigarrillo, el licor y las pastillas para dormir, tener una actividad recreativa que nos de satisfacciones permanentes, amar el trabajo diario e intentar hacerlo de la mejor manera posible, evitar las discusiones intrascendentes (creo que todas lo son), alejarse de las personas que viven quejándose. Después de una pausa, esbozando un sonrisa llena de picardía me da su última recomendación, con tinte de consejo, además: «lo más importante, eso sí, es que todavía me echo un polvito de vez en cuando».
Reí de buena gana por la gracia con la que aquel señor me ilustraba sobre sus «recetas», entretejidas con algunas anécdotas muy sabrosas; me sentí halagado por la confianza con la que me hablaba, casi como si se tratara de uno de sus hijos.
Por ese falso pudor o un sentido del respeto mal entendido, que a veces tenemos, evité preguntarle si el polvito se lo echaba con su esposa u otra fémina. Conociendo a ese señor un poquito, estoy convencido de que me habría respondido con otra sonrisa enorme y llena de picardía. Es lógico, además, porque los verdaderos señores en esa materia no tienen memoria.
Ese señor, vivió diez años más, hasta que su corazón se cansó de latir. Lamentablemente el cuerpo humano tiene fecha de caducidad, sin excepciones. Las «buenas y razonables prácticas» de vida casi siempre aseguran un estado de sanidad física, mental y emocional durante muchos años.
Hay una elección vital que toda persona debe hacer: una vejez más tardía con menos limitaciones, con más satisfacciones y siendo menos carga para los seres queridos, o una vejez prematura llena de penurias y limitaciones físicas, mentales y emocionales. La clave está en cómo la mente y el cuerpo son tratados y alimentados durante esos largos años que anteceden a la vejez.
Los resultados de esa elección estarán siempre al final del tiempo, cuando ya no habrá marcha atrás y los arrepentimientos no servirán.
El sexo es una parte de la expresión física de la sexualidad. La sexualidad es la energía vital que pulsa nuestra existencia las 25 horas del día. Quien la reprime acelera su enfermedad
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Gracias Susy.
Con frecuencia las grandes verdades no necesitan de muchas palabras para ser expresadas y comprendidas.
Tu comentario, además, es brillante, tanto que agregar es innecesario.
Un abrazo.
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Compartido tu DIÁLOGO con el informante de la historia de su vida en armonía, Fernando querido, solo me hace pensar en la generación que está en peligro de extinción, a la cual tu y yo alcanzamos a arañarle, y nos queda ese registro del informante para terminar nuestros días con la paz y la armonía que por derecho ético y moral nos corresponde, abrazo fraterno hermano querido
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