No es otra nota para hablar del Covid-19. Demasiado se ha escrito sobre el tema, y nada más tendría que aportar. Sí es una reflexión que parte de la situación que vivimos en la actualidad.
Son muy conocidas y repetidas hasta el aburrimiento aquellas admoniciones que pretenden convencernos de que el destino de cada individuo «está en sus manos»; que todo pasa por sus decisiones personales, por la intensidad de sus deseos y la claridad de sus objetivos. La casualidad está excluida de esa ecuación vital. Aunque sigo creyendo que la vida es una eterna secuencia de causas y efectos, desconocer el papel del azar en el juego de la vida, sería una ingenuidad.
A consecuencia de una pandemia, de un día al siguiente, sin previo aviso, estamos confinados, atemorizados, con una profunda incertidumbre respecto del futuro y sin un horizonte. La existencia se ha tornado gris.
Estamos frente a un monumental ejemplo de cómo el azar juega y nos gana. La respuesta de los motivadores personales, que abundan por doquier, será convencernos de cómo una actitud positiva es lo importante frente a esas situaciones en extremo complejas. Lamentablemente, la realidad a veces supera a cualquier actitud positiva. Ese azar, al cual muchos le niegan importancia en el devenir existencial de cada persona, hoy nos atenaza con fuerza; ese azar se volvió, súbitamente en el protagonista y rector de nuestra existencia.
No importan nuestra actitud, los criterios que tengamos, las opiniones científicas ni las teorías conspirativas, nuestra diaria existencia ha dejado de regirse por nuestras decisiones y está condicionada por un azar que no imaginábamos ni menos podemos controlarlo o evitarlo. En otras palabras, estamos frente a una situación en la que la vida futura de cada uno dependerá en gran medida del azar y sus caprichos.
Quizá uno de los grandes aprendizajes sea tomar conciencia de nuestra verdadera dimensión como seres humanos. El humano actual es arrogante, autosuficiente, una especie de súper hombre al que solo le falta la capa. La pandemia actual nos está quitando ese halo de superioridad e infalibilidad.
Quizá la Madre Naturaleza –como toda buena madre y con un lenguaje que aún no hemos aprendido a entender– nos está obligando a retomar actitudes de mayor sensatez, más humanas, más solidarias.
Ese azar nos está enseñando dolorosamente que somos parte de la naturaleza y no sus dueños. No a todos, lamentablemente, pues siempre existirán élites no humanas que solo responden a los designios que su codicia les imponen.
Totalmente de acuerdo Fernando, hasta ahora no ví ningún comentario que haya tomado en cuenta al azar. Y tú lo has planteado con todo acierto. Gracias
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Gracias Guillermo.
Aprecio mucho tu comentario y me alegra saber que te cuento entre las personas que llen mis publicaciones.
Un abrazo
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El final lo dice todo “ Ese azar nos está enseñando dolorosamente que somos parte de la naturaleza y no sus dueños. No a todos, lamentablemente, pues siempre existirán élites no humanas que solo responden a los designios que su codicia les imponen”
Invitación a pensar y seguir pensando
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Gracias Santiago.
Aunque parezca aburrido por ser tu un lector habitual, te agradezco una vez más.
Un abrazo.
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Gracias Fernando por tu mensaje. Con certeza digo que nunca supimos lo que nos depararía la vida, solo estábamos seguros de qué así sería; por eso llegaban las decepciones y las frustraciones. Ahora nos toca aprender a vivir para dejar de existir, disfrutar del instante rey. Programar, sí, los siguientes instantes reyes para vivirlos en consciencia. Un hálito a la vez. Dejar de pensar tanto y empezar a sentir más… Somos un alma, un ser infinito encarnado para expresar algo, ese algo que quizá con este encierro obligado, algunos puedan descubrirlo.
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Gracias Susi por tu comentario.
Halagan y enriquecen tus conceptos; son un complemento preciso y además necesario.
Un abrazo.
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