Esta reflexión nace de la respuesta, hace algún tiempo, que me dio una persona a la invitación que le hice para que leyera mis publicaciones en Mi Ventana al Mundo. Su respuesta fue: «no ser un fanático del Internet» y por eso se abstenía de “entrar” a la Internet. Además de ofrecerme disculpas.
La Internet, la RED, la WEB, o como se la quiera llamar, se ha convertido en una especie de omnipresente ser supremo. Es un recurso maravilloso y nuestra dependencia de la Internet es cada día mayor. Trámites con las instituciones públicas y empresas privadas, transacciones bancarias, comunicaciones, correo electrónico, redes sociales, información, estudio, entretenimiento, etc. son en la actualidad tareas frecuentes, cada día involucran a más personas y el tiempo que le dedicamos va en aumento. No cabe duda de que la Internet, además de revolucionar nuestra cotidianidad, la ha vuelto más simple, más ágil, más rápida. No está por demás recordar que la Internet no es un objetivo en sí mismo; es un medio al servicio de nuestras particulares y caprichosas necesidades.
Los beneficios, los problemas y los riesgos que derivan del uso de la Internet son objeto de debates y comentarios frecuentes, que además incluyen las dificultades inherentes al manejo de los dispositivos necesarios: computadoras, tabletas, teléfonos “inteligentes” y otros de similar naturaleza. En esos debates y conversaciones siempre están presentes los detractores (analfabetos digitales *), que encuentran todas las objeciones posibles. Sus argumentos siempre simplistas encubren de una manera torpe y evidente su propia ignorancia e incapacidad: “No soy fanático de la Internet”. “No me gustan las computadoras”. “Facebook me parece peligroso”. “YouTube solo sirve para ver pornografía”. “El correo electrónico no me sirve mucho”. “No me interesan las noticias”. Los etcéteras son interminables y siempre cargados de las mismas necedades.
Nadie nace sabiendo ni tiene la obligación de aprenderlo todo. Reconocer nuestro desconocimiento sobre algo solo significa que no lo hemos aprendido, y las razones no importan. Aquella respuesta de «no ser un fanático del Internet» sería muy similar a cualquiera de estos absurdos:
– No leo porque no soy fanático del papel…
– No voy al cine porque no soy fanático de la obscuridad…
– No tengo sexo porque no soy fanático de las sábanas…
– No me baño con frecuencia por no ser fanático de las baldosas…
– No voy de visita porque no soy fanático del asfalto…
La lista de absurdos podría ser interminable.
Opinar desde la ignorancia nos empequeñece. La arrogancia y la ignorancia son socias inseparables.
Pensé que era «el Internet»…
La o el Internet es una herramienta muy valiosa, interesante y enriquecedora!
Me parecieron «chuscos» los absurdos.
No como porque no soy fanática de los tenedores.
Un abrazo Fer!
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Las personas estamos llenos de absurdos a la hora de justificar aquello que no podemos o no sabemos hacerlo.
La o El Internet es correcto; así lo admite la RAE: «1. m. o f. Red informática mundial, descentralizada, formada por la conexión directa entre computadoras mediante un protocolo especial de comunicación.»
Tiende a generalizarse el uso de «el Internet»
Gracias por el comentario. Un abrazo Cris
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