¿Por qué a mí?

           La lectura de la autobiografía –muy amena por cierto– de un amigo muy querido, sembró la semilla de esta reflexión. Frente a los problemas, a las tragedias, a las sinrazones de la vida, una pregunta surge con recurrencia: ¿por qué a mí?

         La pregunta llevaría implícita la suposición de una cierta invulnerabilidad sustentada –en alguna medida– en el propio concepto de «buena persona».

           Esa suposición, que en realidad está sustentada en preceptos religiosos anclados en lo profundo de la mente, crea la idea de estar protegido por una especie de escudo inmunizador. La lógica atrás de eso es simple. La estrategia religiosa –y no hay excepción– ha consistido convertir a la especie humana en pecadores consuetudinarios y reos permanentes de alguna ira divina. Parte de la manipulación es crear la certeza de que los problemas, las enfermedades, las tragedias y otras desdichas humanas no son más que los castigos que merecen los pecadores por su falta de amor a algún dios y por la inobservancia de mandatos «divinos»… ¡divina estupidez! Por lo tanto, la inmunidad aumenta en la medida que se observen y se cumplan mandatos y preceptos; por el contrario, se reduce. Los castigos se evidencian, precisamente, en aquellos eventos que originan la pregunta ¿por qué a mí? Estrategia tan perversa, como exitosa.

            El hecho simple de existir expone a cualquier forma de vida, a una muy extensa y permanente cantidad de eventos catastróficos. El humano, por su propia y especial naturaleza tiene una mayor exposición a los mismos. Ningún castigo sobrenatural es la causa de sus problemas, enfermedades y tragedias. Del mismo modo, los hechos felices, los éxitos, la prosperidad y la salud, tampoco son premios sobrenaturales.

          Aunque sea más difícil aceptar que entender, Las buenas y malas personas están expuestas a los mismos riesgos catastróficos. Ni unos ni otros están inmunizados contra las «maldades» de la vida, y las sufren por igual. Los malos también sienten felicidad, saben de éxitos, son prósperos y con frecuencia tienen buena salud.

           Con seguridad, los malos frente al hecho catastrófico no se preguntan ¿por qué a mí? Lo afrontan, intentan resolverlo, se resignan y siguen adelante con sus «maldades».

Quizá eso deberían aprender los «buenos», con la diferencia de matiz… persistir en las bondades; además, aprender que aquella pregunta ni siquiera es necesaria hacerla, y que la calidad de «buena persona» no inmuniza ni protege contra las perversidades de la vida. De paso, ¿podría ser la existencia de los «malos» prueba evidente de las falacias religiosas?

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Julio/2019 (418 palabras)

6 Responses to ¿Por qué a mí?

  1. jack bermeo dice:

    Lo correcto sería ¿Porqué no a mi?
    un abrazo mi amigo.

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  2. José María Laso dice:

    Quiero hacer referencia a tú artículo antes que a la autobiografía de este querido amigo mutuo. Es usual oír la frase que usas para titular esta nota tuya cuando alguien cae en desgracia o tiene que afrontar un suceso catastrófico o luctuoso, ¿por que a mi?. En contraposición también se puede decir y ¿por qué a mi no?, que no es original mío, ya lo he escuchado y visto varias veces.

    No soy un ferviente practicante de la religión, pero esa idea de una religión castigadora es una idea arcaica, en todo caso, quienes buscan ese amedrentamiento castigador, son o han sido los actores religiosos, no todos por cierto, y eso se lo puede ver y palpar en todas las religiones formales y sectas que sobre le mundo han existido y que siguen existiendo como bien lo afirmas.

    Las alegrías y las vicisitudes de esta vida no están destinadas a los buenos o a los malos, hay personas extremadamente buenas, que viven grandes desgracias y personas malas que viven sin preocupaciones ni sobresaltos, aparentemente. Aclarando por cierto, que no todo es blanco ni negro absoluto, que la vida tiene matices.

    Se dice también, que cada uno se forja su destino. Esa puede ser la diferencia entre la bondad y la maldad, la proactividad y la dejadez, la honradez y la corrupción y eso hace que las personas sean mas o menos confiables, aporten mas o menos a esta vida y a este mundo que vivimos. Así, de estas categorías se puede apreciar la generosidad o el egoísmo de las personas, su entrega, sus aportes o solo buscar la comodidad personal a cualquier precio.

    Por último, estás virtudes o anti virtudes del ser humano, no creo que prueben nada en relación con las religiones.

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    • Fer Tobar C. dice:

      En la parte de tu comentario en el que haces referencia al tema religioso, tengo estar de acuerdo cuando afirmas que «esa idea de una religión castigadora es una idea arcaica»; y sigue tan vigente como en la antigüedad.

      El resto son apreciaciones importantes respecto al comportamiento humano y sus consecuencias. Cada individuo actúa y «funciona» de acuerdo a sus propias visiones y percepciones, y no se puede desconocer que lo político y lo religioso tienen un rol importante en esa dinámica.

      El destino, el azar y las propias decisiones de alguna manera explican ese por qué a mí, y eso es materia de un análisis aparte.

      Un abrazo

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  3. Teodoro Álvarez dice:

    Muy buen artículo compadre. Concuerdo plenamente con tu planteamiento.

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