Las cenizas de mi Padre

            En estos días se cumplen 15 años del fallecimiento de mi Padre.  Fue su voluntad que su cuerpo fuera cremado y sus cenizas esparcidas alrededor de su casa en Puembo.  En la actualidad es frecuente que las personas dispongan la cremación de sus cuerpos y el destino de sus cenizas.  Aunque esta reflexión está inspirada en una vivencia personal e íntima, no deja de ser similar a la que muchas personas confrontan en la actualidad.

            Mi madre había reunido a la familia íntima para el acto de cumplir con la voluntad de mi Padre.  Reunidos todos y en silencio en torno a un hermoso y pequeño barril de madera que contenía sus cenizas, nadie se animaba a dar inicio a tan simple, dramático y doloroso evento.  Sugerí que debíamos usar algún utensilio para que cada uno de los presentes pudiera tomar y esparcir las cenizas.  Cavilábamos en torno a esa posibilidad cuando mi hijo mayor discretamente me codea y me reta:  ¿Cuál es el miedo?  ¿Por qué no tomas las cenizas con la mano y te dejas de pendejadas?  Tenía razón y admití su razonamiento; acepté el reto y tomé un puñado de cenizas “a mano pelada”.

            La sensación física que me produjo el puñado de lo que pocas horas antes había sido el cuerpo de mi padre, fue tan sorpresivo como impactante.  No imaginé –no tenía forma de saberlo– que las cenizas de un cuerpo humano cremado en nada se parecen a las cenizas que estamos acostumbrados a ver o sentir:  las de la leña quemada, las de los cigarrillos consumidos, las de los papeles quemados, eventualmente las volcánicas, etc., etc.  No… las cenizas humanas son como la arena de piedra, pesada, ruda, fría, irregular, abrasiva y con fragmentos diminutos de hueso.

            La voluntad de mi padre se había cumplido; tristeza, dramatismo y lágrimas fluyeron abundantemente en cada miembro de la familia, excepto en mi Madre.  A Ella nunca la vi –en toda mi vida– derramar una lágrima… seguramente lo hacía en silencio, en privado, cuando nadie observa ni ofrece consuelo; en esos momentos de soledad cuando las lágrimas suelen ser más abundantes y dolorosas porque son auténticas.  El evento había terminado.  Luego, disfrutamos una vez más de esos entrañables almuerzos familiares a los que mi Madre nos tenía acostumbrados; el primero de una larga serie, sin la presencia de mi Padre.

            Cuando muere un ser querido hay un círculo que cerrar y nunca sabemos cómo hacerlo.  Si se da la oportunidad de tomar y esparcir la cenizas de un ser querido, no dudar en hacerlo y “a mano pelada” y sin miedo; es el último abrazo, el último adiós.  Después de eso, el ciclo de la muerte se cierra, y empieza el doloroso proceso de aprender a vivir con la ausencia permanente del ser querido.

            En ese momento no lo imaginé, y algún tiempo después comprendí que Yo había cerrado ese círculo, abrazando por última vez las cenizas de mi Padre.

8 Responses to Las cenizas de mi Padre

  1. Santiago Espinosa Bermeo dice:

    Que bueno es participar de hechos sensibles y dolorosos que permiten reflexionar sobre comportamientos futuros a quienes no hemos vivido. La singularidad de la narración es propia de seres especiales.

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  2. Iván Donoso dice:

    Muy emotivo, linda forma de dejar ir en paz a nuestros seres queridos. Un abrazo

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  3. José María Laso dice:

    Coincidentemente, en el mes de octubre del presente año, se cumplirán 15 años de fallecimiento de mi padre. Tenía 78 años cuando falleció, estaba entero y nunca pensamos que así de pronto, un infarto y luego un segundo nos privarían de su presencia física. Luego de su fallecimiento, también optamos por la cremación de sus restos y por esparcir sus cenizas en lo que fue el espacio de su vida, su sitio de trabajo y donde vivió junto a su familia. Yo no recuerdo haber tenido temor de coger sus cenizas directamente con las manos y las apreciación al tenerlas, es exactamente como la describes. Una de las acciones que tuvimos todos al tener las cenizas en nuestras manos, fue la de acercarlas a la nariz buscando percibir su olor corporal, pero este ya no estaba. Mi sentir es que este acto tan íntimo en el que participamos solo sus más cercanos familiares, nos dejó un grato sentimiento al pensar que lo íbamos a tener siempre tan cerca y no dentro de una fría tumba. Un abrazo Fernando, me alegro haber leído este escrito tuyo que me devolvió a ese momento tan duro pero tan lleno de paz como fue esparcir sus cenizas en el espacio de su vida.

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  4. Maria Cristina Tobar dice:

    Me transportaste en el tiempo, y debo confesar que me hubiera gustado tanto ser parte de ese circulo familiar en el que se le daba a mi abuelito un ultimo abrazo. Mi papi guardo un poco de ceniza y cuando fui a Puembo pude cerrar mi circulo. Tocaste mi corazon con tus palabras tio, y me has hecho añorar todo: mis abuelos, mis tios, los almuerzos de los sabados…esos momentos que marcaron mi infancia y que hoy son los recuerdos mas dulces. Te quiero y ojala pronto podamos repetir un almuerzo de sabado.

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    • Fer Tobar C. dice:

      Hermoso, preciso y muy emotivo tu comentario.
      Fueron épocas y momentos inolvidables. Somos producto de nuestras memorias y vivencias pasadas.
      Agradezco mucho tu tiempo en la lectura de mis publicaciones y me siento muy halagado de saber que eres una de mis lectoras frecuentes.
      Un abrazo grande.

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