La juventud corporal

            Nacer más o menos saludables es asunto del azar y no mérito propio.  Llegar a una edad avanzada en buenas condiciones de salud, asunto con frecuencia atribuible a la sensatez con la que cada individuo ha manejado su vida, no es fruto del azar.  Es un ideal que no siempre se cumple.

            Desde que se desarrolla en cada ser humano la capacidad de discernir, normalmente en la infancia tardía, se va asumiendo la conciencia e identidad del propio ser.  En este proceso que suele durar muchos años, se fija con arrogancia una actitud de invulnerabilidad.  Desde temprana edad el cuerpo se expone a excesos de todo tipo como mecanismo de comprobación.  Los esfuerzos físicos extremos sin guía ni consejo, el consumo excesivo y frecuente de tóxicos, el desenfreno frecuente en la vida, la mala calidad de los pensamientos y sentimientos, parecen no afectar al cuerpo, reforzando esa sensación de ser invencibles.  Poco a poco esos estilos extremos de vida se vuelven hábitos y duran muchos años.

            El cuerpo joven aguanta todo sin acusar fallas ni deterioro.  El ego se infla y proporciona una nueva certeza, la de una permanente juventud, la cual es larga:  35 a 45 años; aproximadamente, la mitad de la vida.  No hay muchas arrugas ni manchas en la piel.  Los pequeños accidentes y lesiones de la temprana juventud parecen no haber dejado huellas ni secuelas.

            Con facilidad se alcanza esa edad que suele marcar una frontera en la vida de las personas, alrededor de los 60 años.  Es el momento cúspide de la vida; momento en el que la curva de la vitalidad hace un giro imperceptible hacia el descenso.

            Y empiezan las jodas…  De pronto, una inusual sucesión de molestias empiezan a invadir el cuerpo.  Dolencias, afecciones y fatigas que no parecen tener importancia; la jovialidad cede su puesto a la angustia.  Los médicos empiezan a convertirse en los mejores o al menos más frecuentes “amigos”.  Exámenes de laboratorio, consumo de medicamentos y un cambio de estilo de vida forman parte de la nueva rutina.  Y lo peor es que al inicio no se le da importancia y siempre hay una excusa a mano.  Pero un día, alguna cagadita nos juega un mal momento, y por ahí alguien vocifera:  ¡viejo pendejo!

¿Viejo y pendejo?  Recién en ese momento se empieza a tomar conciencia de la amarga realidad:  vejez y pendejez… incurables.  La vida está pasando factura de todos los excesos cometidos durante la juventud.  Y como el reloj no tiene reversa, solo queda pagar la cuenta con amargura y aceptar que la “viejez” (como decía un pariente) fruto amargo de la pendejez, llegó antes de tiempo.

4 Responses to La juventud corporal

  1. Pancho dice:

    Me ha gustado mucho el artículo pero aún más la «cura para la vejez». ¡Excelente!

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  2. Antonio Escobar dice:

    EL AYER ES MI HISTORIA Y NO LA PUEDO CAMBIAR, EL FUTURO ES INCIERTO, LO ÚNICO CIERTO ES QUE EN ALGÚN MOMENTO MORIRÉ. VIVIR LA VIDA ES DISFRUTANDO A PLENITUD ESTE REGALO QUE SE LLAMA PRESENTE ……
    CADA MOMENTO

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  3. Cristianne Villalba dice:

    Espero que para cuando me lleguen los 60 ya se haya inventado algo para que la curva de la viejez no me funcione….

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    • Fer Tobar C. dice:

      La cura para la viejez ha existido siempre… Es vivir y pensar positivamente, con alegría, disfrutar cada instante que te ofrece la vida, no joderle al prójmo, evitar la conflictividad y similares actitudes. El problema es que esa medicina hay que aplicarla desde la juventud.
      Un abrazo Cris y gracias por tu comentario.

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